No hay quietud en el agua, ni en la calma.
Los lobos marinos mueren en el mar,
las olas los traen a la orilla. Verlos pudrirse
nos da pena o asco. Sombras de empatía, sombras de amor.
La descomposición es una forma de movimiento.
El águila embalsamada en la cantina
se nos aparece, en pesadillas, como un monstruo.
**
Iemanjá nos besa con saliva encendida de sales.
Para merecer su fauna y su flora le ofrendamos
collares y anillos, tabaco, chocolate, caña, barba de piedra.
En febrero la ofrenda entra al mar
en barcas que hacemos con cajones de verdura.
Las pintamos de azul igual que las ventanas
y las puertas de nuestras casas.
**
Las toninas se hincharon, se volvieron rosadas,
la carne del hocico desapareció primero,
quedó a la vista un hueso fino como un pico.
Las vi convertirse en pájaros nuevos, dormidos en la arena.
Y abrí la boca para conocerme la voz.
**
Vivo adentro del lobo.
Adentro y afuera del lobo.
El vértigo me mantiene
unida a las lunas
como una telaraña
que se tensa, se vence, se tensa.
De “Lobo de mar” (2019)La sanjuanina
Descansa en su reposera
deshilachada
sobre la calle Ipiranga.
Tiene las manos enrojecidas
de agua fría y jabón en polvo.
Al rayo del sol su piel
es tierra pálida, rajada
la carne de los pies
desborda las chancletas
con el mismo gesto brutal
que tiene la naturaleza cuando crece
sobre edificios abandonados.
Ahora chumba un perro y la despierta
abre los ojos, dos semillas doradas de chañar
se desentierran
Olivia
Milberg (Buenos Aires, 1992). Estudia Artes de la Escritura en la UNA. Fue
premiada por La Bienal de arte joven de Buenos Aires por Chile.
Algunos de sus poemas fueron publicados en LADO TIERRA (no es como
una rubia en el avión, 2018), en la antología de poetas jóvenes Celofán
2 (La carretilla roja, 2019) y en la revista Hablar de Poesía
#39 (Audisea, 2019). Publicó Lobo de mar (Añosluz,
2019). En ese año recibió mención en el Concurso del Fondo Nacional de las
Artes, en la categoría poesía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario