martes, 29 de diciembre de 2020

Jotaele Andrade - Cuatro poemas

 

Jotaele Andrade 

III

y ahora es hora de saber 
qué es el factor equis 
dije 
cuando crucé a mi padre 
y padre 
le dije 
qué es el equis factor 
yo no tengo hijos 
respondió mi padre 
que se miraba en mí
asombrado
y no tengo deudas de sangre 
también dijo 
y se le volaron las carnes 
y se fue bailando 
la calavera de mi padre 
bailando 
a su muerte 
que había acontecido 
hace mucho tiempo 
y un perro le hostigaba la pobre calavera 


IX

y sé qué 
grité 
sé qué! 
grité 
triunfal 
sacando el sol de mi bolsillo 
creyendo que el factor 
que la respuesta
pero este sol no sonríe 
arrugado 
este es otro sol

supe
niño 
que fui
entendí entonces 
y me llevaron en andas 
cientos 
y cientos 
de ángulos obtusos 
a grandes vítores 
en sus brazos de alambres 
bamboleándome 
niño 
que ya no soy
bamboleándote 
ahora 
en unas aguas que te llevan 
desde siempre. 

De "El psicólogo de dios" (2018)

El húmedo rumor de mi memoria trae un río 

se hunde 
mi mano 
y recoge 
un poco de limo 
huidizo 
y oloroso 
esta es mi hechura 
digo 
y salta el pez hacia mi pecho 
todo pensamiento es orilla 
en medio del río 
el croar de los sapos 
desborda el silencio 
la noche porta
su astillada 
antorcha de luciérnagas 
mi corazón pez inventa el río 
-y nada- 
la luna y las estrellas se reflejan en él 
para decirle: tiembla lo que existe.

Inédito
    Teatro de lo humano

«¡Damas y Caballeros! he aquí el hombre»
dijo 
dando un salto hacia adelante 
hacia la luz

agitando un sombrero del que comenzaron 
a caer
pequeños homínidos 
que gritaban asustados 

y cada vez que uno caía 
sonaba una fanfarria 
y un pequeño haz de luz
lo rodeaba 

He aquí al austrolopithecus 
Aquí al homo habilis 

Oh, este es el homo erectus 

Este pobre es el homo neanderthal 

y aquí tenemos a la estrella rutilante ¡el homo sapiens! 

y cada ser representaba su papel 
a la perfección 

Unos descubrían el fuego, la rueda
otros levantaban Tebas
con sus siete puertas
otros la incendiaban 

más allá cruzaban flechas por el cielo 
breve de la era

otros bailaban en barcas delgadas como flautas 

y todo sucedía en la redonda existencia

y el Hombre relataba las eras con un megáfono 

Oh la era de la piedra que culmina en polvo 

la era de la madera que culmina en un incendio 

la era del hierro que culmina en la carne 

la era del oro que culmina en la codicia 

la era del átomo que culmina en la nada 

entonces metió sus manos 
en la boca 
y fue quitando su ropaje de hombre y apareció el cuervo 
majestuoso 
que fue devorando 
a cada uno tras su acto
De "Cuervo negro cuervo blanco" (2020)


Jotaele Andrade (La Plata. 1974). Creció en la ciudad de Azul donde coordinó ciclos de lecturas y talleres de poesía. En su obra poética podemos encontrar: La mano del verdugo (2014, Ediciones de la Eterna), El psicólogo de dios (2016, Editorial Qué diría Víctor Hugo?), La rosa orgiástica (2016, Añosluz Editora), Cuervo negro cuervo blanco (2020, Añosluz Editora).  





sábado, 26 de diciembre de 2020

Jorge Curinao - Siete poemas

 

Jorge Curinao



Nos perdimos en el sueño 
en el aullido de un amor mal nacido. 

Pero la noche insiste. 



**

Y está la otra boca 
la del mundo.

La que se beberá todo 
de una vez y para siempre. 


*** 

Todos los días pido 
tener las fuerzas que no tengo. 

Un hombre poco sensible 
puede despertar con una flor en la boca. 


****

Desde que aprendimos a llorar 
no necesitamos más lágrimas. 

Un solo dios 
no basta para mirarnos a los ojos. 

De "Nadando" (2012) 



Mi vida, mi única vida sabe que no pedí nacer pero acá estoy, en el lugar preciso: no poder salir porque no hay afuera. Y adentro es sólo el viento. Y el viento es herida que viene del mar. 


De "Plegarias del humo" (2009) 

Paisaje 

A veces 
a mí también me quisieron. 

Era verano 
y un pájaro golpeaba desde afuera. 

Ceremonias 

El miedo abre las dudas. 
Finjo caricias de un rostro desconocido. 
Sólo el silencio restaura cada cosa en su lugar. 

De "Cactus" (2011) 


Jorge Curinao es un poeta argentino (Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, 1979). En 2006 su obra "Sábanas de viento" fue elegida para ser publicada en la selección "Mi Primer Libro", evento organizado por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Río Gallegos. Entre su obra poética podemos encontrar: Sábanas de viento (2006) Plegarias al humo (2009), Cactus (2010), Nadando (2012), Otros animales (2014) y Gorriones de la noche (2020). 





sábado, 19 de diciembre de 2020

Julián Berenguel - Seis poemas

 

Julián Berenguel

Voluntad


No queremos el agua por la sed,
la deseamos
por los barcos que se hundieron sin nosotros.

**

El pescador


Bote quieto.
La carnada descansa
en la punta del anzuelo
como un botín secreto
y sumergido. Pocos peces
nadan en las inmediaciones.
El sol deja su marca en el agua,
una huella de luz que hace sudar
al hombre acalorado
sobre las olas del mar
que apenas mueven
la embarcación que transporta
al pescador, padre de tres
y bebedor solitario
que ya se olvidó cómo es
la conversación en la costa.
Uno, dos, tres movimientos.
La caña se sacude
en respuesta a algún pez
atrapado que insiste.
Uno, dos, tres forcejeos.
Los músculos del pescador
se tensan como las cuerdas
de un cuadrilátero de boxeo.
El combate es feroz.
Piensa que el animal
tal vez sea una bestia, un monstruo
capaz de devorarlo.
Algunas nubes tapan el sol
en el momento definitivo
y entre el chapoteo del agua
la ve: plateada como una piedra
o una moneda brillante, la criatura
cae sobre la cubierta dando tumbos
con torpeza. Ahí, afuera del agua
los ojos del pez observan el mundo.
El pescador los mira y en ellos
encuentra los ojos de su hijo,
la frágil ventana a la realidad
construida por su entorno.
Pestañea como si bajara
la cortina de su pescadería.
En los ojos del pescador
hay piedad por la vida.
Lo agarra con las dos manos
y el contacto con las escamas
le provoca un frío atávico.
Con un cuidado casi paternal,
le retira el anzuelo de la boca
perforada. La sangre del pez
le mancha las dos manos.
Entre el color rojo, ve sus propias
cicatrices. Ya es hora.
El pez mueve la boca
como un condenado.
En el hombre no hay dudas.
Lo mira por última vez
como quien despide a un hijo
que viaja al frente de batalla
y lo arroja hacia el oleaje
que lo recibe como una madre.
No hay gloria en sus gestos.
El motor de la lancha
lo aleja, atónito, de la escena.

**


Objetivos dominicales


1

Escribir un poema
para ver qué hay.
Con los anteojos rotos,
un día nublado
y a contramano.


2

Pensar que el dolor
nos hermana,
pero no nos hace.

El pan se sabe miga
ignorando que fue trigo.


3

Entrevistar a alguien
y escuchar todo
lo que el grabador no pueda.


4

Decir cada palabra
como quien toca otra vez
un juguete de la infancia.


5

Cebar un mate
más lento que el domingo
y compartirlo.



6

Caminar en silencio
por veredas arboladas.
Buscar el sol
entre las ramas.


7

Comer una fruta
fresca como una criatura
y no lavarme las manos.

Inéditos

**
Los sedientos


Algunos están condenados por su época.

Susurran poemas y dicen
cada palabra
como si soplaran moscas / en el desierto.


**

“El cuarteto es una música más al palo que la cumbia”


Dicen que canta
con la fuerza de un caballo
y la noche lo explica.

El pelo es eléctrico, profundo.
La garganta se rompe
como un trueno
contra la ciudad que lo conoce.

La luz que sale de un videoclub
ilumina su cara sonriente
impresa en un póster.

Todas las otras cosas
hacen silencio.

Su canto es santo,
como el de los pájaros después de la lluvia,
y oficia el milagro efímero de la fiesta.

**

La casa


Mientras junto basura en el trabajo,
me acuerdo del viejo Juan
que apila envases y cajas vacías
por toda la casa.

El viejo Juan concibe
a su manera
un mundo menos hostil
en donde los objetos desechados
todavía reciben el trato
que se le dedica a las cosas nuevas.

Los restos de la vida cotidiana
se acumulan en piezas deshabitadas
y se amontonan junto al polvo,
entre el piso sin barrer
y los días que pasan.

La basura descansa
como alguien que duerme la siesta
y el viejo Juan contempla ese paisaje
con amor, como se mira una foto familiar.
Él es el único testigo de este paraíso.


De Discurso del ermitaño (Pesada Herencia, 2018)



Julián Berenguel nació en Temperley el 26 de abril de 1993. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente cursa Comunicación Social en la Universidad Nacional de Quilmes. En 2017 fue seleccionado en la convocatoria de escritores de la Bienal Arte Joven Buenos Aires y fue publicado en la antología de poesía Van llegando (Mansalva). Publicó dos plaquetas de poesía: Guateque (2018, Niño Crimen) y Discurso del ermitaño (2018, Pesada Herencia). Investiga la vida y obra del escritor José Sbarra para escribir su biografía. Trabaja como profesor de literatura en escuelas secundarias del conurbano bonaerense

martes, 15 de diciembre de 2020

Juan Gelman - Dos poemas

 

Juan Gelman


Corajes 


es enorme la tristeza que un hombre y una mujer pueden hacerse
    entre sí 
como enormes son esos dos pajaritos parados en la rama 
    picoteándote 
y enorme es el mismo árbol con lluvias bajo el sol 
que se le ven en la cara 

¿lloverá? ¿no lloverá? ¿cantarán 
los pajaritos esos mismos? ¿seguirá la enorme 
tristeza manando creciendo como un lago o mar
entre un hombre y una mujer? 

¿volará la tristeza entre árbol y árbol? 
¿como pasos solitarios en una habitación? 
¿como madréporas por aire? 
¿como tablones como puentes pero desolados desamados? 

una ramita ha caído en el lago y navega 
es enorme la tristeza que un hombre y una mujer pueden hacerse 
    entre sí 
como enorme es la navegación de la ramita en el lago 
moneda de su propio coraje. 




XXXIII

basta
no quiero más de muerte 
no quiero más de dolor o sombras basta 
mi corazón es espléndido como una palabra 

mi corazón se ha vuelto bello como el sol 
que sale vuela canta mi corazón 
es de temprano un pajarito 
y después es tu nombre 

tu nombre sube todas las mañanas 
calienta al mundo y se pone 
solo en mi corazón 
sol en mi corazón. 

De "Poesía reunida" (2012)


Juan Gelman (1930-2014) fue un poeta argentino. En su obra poética podemos encontrar: El juego en que andamos (1959), Gotán (1962), Fábulas (1971), Relaciones (1973), Hacia el Sur (1982), Carta a mi madre (1989), Mundar (2007), Bajo la lluvia ajena (2009), Hoy (2013), entre otros. 


sábado, 12 de diciembre de 2020

Julieta Lopérgolo - Cinco poemas


Julieta Lopérgolo 



Por última vez 
había que subir a la terraza a destender 
tu ropa. 
Había que ver cómo algo tan simple 
nos hería. 
Esa mañana contraria a las demás 
la forma de tu cuerpo ondulaba en la soga, 
el aire envejecido, 
empastado de nada, 
todo lo que no. 
Queríamos decir mañana y no, 
cielo celeste no, 
ni vamos, 
ni en un rato. 
Lo único importante era esa ropa paralela 
a la certeza de tu muerte 
en los oídos. 
Podríamos haber velado directamente 
la ropa tendida, 
abrazados, 
mientras soplaba ese viento desacostumbrado de junio
sobre el techo inocente de tu casa.



**


He decidido perdonar 
la muerte de mi padre 
cuando suceda. 
Lo que extraño 
no tiene nombre, 
no existe. 
Aún no sucede. 

Sin embargo, 
con qué amabilidad 
ronda
a veces 
lo imperdonable. 

De "Para que exista esa isla" (2018) 


*

Construí 
una intemperie donde vivir 
mientras ardió la casa 
y los cimientos chamuscados 
recordaron,
antes que nada, 
la precariedad que antecede 
a los incendios. 



De "Más lento que la noche" (2019) 



Todo lo que pienso tiene cuerpo. 
El cuerpo del amor ajado en los objetos. 
El infinito cuerpo que es la madre o el padre
y sus derivaciones. 
Todo lo que pienso tiene cuerpo, 
una forma más o menos sutil, 
más o menos brutal, 
de incesante memoria. 


** 

El agua sigue siendo cristalina 
bajo mis pies. 
Aun entreverada con la noche 
es fresca el agua donde termino. 
La voz de mi madre trepa 
desde el fondo transparente, 
también la risa invicta de mis hermanos 
y el calor perfecto del mediodía 
unido como un hueso de luz 
a nuestros cuerpos. 
Una alegría sin edad se choca 
contra mi frente 
casi como un recuerdo 
que se mantiene un segundo, dichoso, 
en el aire. 

De "Pero en el aire" (próxima aparición) 


Julieta Lopérgolo nació en Rosario en 1973. Es Licenciada en Letras (Universidad Nacional de Rosario), Licenciada en Psicología (UCES, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y poeta. En su obra poética podemos encontrar: Para que exista esa isla (2018, Postales Japonesas), Más lento que la noche (2019, Postales Japonesas), Agua de pozo (2020, Ediciones Arroyo) y Pero en el Aire (Tercer premio en la categoría de Poesía del Fondo Nacional de las Artes 2019. Libro que próximamente será publicado de la mano de Postales Japonesas Editora). 



 

martes, 8 de diciembre de 2020

Cristina Peri Rossi - Cuatro poemas

 
Cristina Peri Rossi 


Lo imprescindible


Uno aprende que lo imprescindible 
no eran los libros 
no eran los discos 
no eran los gatos 
no eran los paraísos en flor 
derramándose en las acereras 
ni siquiera la luna grande -blanca- 
en las ventanas 
no era el mar arribando 
su rumia rompedora en el malecón 
ni los amigos que ya no se ven 
ni las calles de la infancia 
ni aquel bar donde hacíamos el amor con la mirada. 

Lo imprescindible era otra cosa. 


La pasión

Salimos del amor 
como de una catástrofe aérea. 
Habíamos perdido la ropa 
los papeles 
a mí me faltaba un diente 
y a ti la noción del tiempo 
¿Eran un año largo como un siglo 
o un siglo corto como un día?
Por los muebles 
por la casa 
despojos rotos: 
vasos fotos libros deshojados 
Éramos los sobrevivientes 
de un derrumbe 
de un volcán 
de las aguas arrebatadas 
Y nos despedimos con la vaga sensación 
de haber sobrevivido 
aunque no sabíamos para qué. 

Tango

La ciudad no eras vos 
No era tu confusión de lenguas 
ni de sexos 
No era el cerezo que florecía -blanco-
detrás del muro 
como un mensaje de Oriente 
No era tu casa 
de múltiples amantes 
y frágiles cerraduras

La ciudad era esta incertidumbre 
la eterna pregunta -quién soy- 
dicho de otro modo; quién sos. 


Oración

Líbranos, Señor 
de encontrarnos, 
años después 
con nuestros grandes amores. 
 

De "Poesía reunída" (2005) 



Cristina Peri Rossi es una poeta y traductora Uruguaya. En su obra poética podemos encontrar: Descripción de un naufragio (1974), Diáspora (1976), Aquella noche (1996), Las musas inquietantes (1999), Inmovilidad de los barcos (1997), La noche y su artificio (2014), Las replicantes (2016), entre otros. 

sábado, 5 de diciembre de 2020

Claudia Masin - Seis poemas

 

Claudia Masin


Poligrafía

Escribías con una piedrita en la tierra tu nombre, palabras
al azar: arena, río, spider man. Como si creyeras que una historia
se escribe por la suma, la discreta acumulación de partículas.
O como si dibujar una casa bastara para poder habitarla. Pero
¿quién vive una vida real en una casa dibujada?

Hay un ligero, sutil desasosiego en las largas horas
de la siesta, que hace que todos prefieran dormir. Aún así,
resistías despierta. Es extraño pensar en una vigilia en pleno día,
cuando nada escapa a la visión y cada sonido resuena
amplificado en el silencio.

Los climas violentos crean una sensación de inminencia,
la ilusión de que nada va a quedar igual después del vendaval
o del calor intenso: una f iesta que se celebra
por un acontecimiento imaginario. Y es la imaginación,
y no los hechos, quien te deja asombrada una y otra vez
frente a cosas idénticas.

En esa hora en que son intensas niñez y desdicha,
como agujas en preciosa sincronía, ¿cuál
sería el objeto de tu espera? ¿Un naufragio, un estallido,
acaso el descubrimiento de la tristeza,
esa grieta que modif ica tu mundo para siempre?
No es otra cosa que ese momento
lo que dirían las palabras, si alguna palabra
dijera alguna vez algo cierto.

**

Hans


a Susana Villalba

Vas a tomar de las palabras lo que pueda servirte para decir
de las formas impronunciables que adopta la tristeza.
¿Qué es lo que quisieras decir? Tal vez que por las noches
salías a ver cómo se formaba la tormenta,
y la electricidad del aire te capturaba como un halo
dentro del cual te convertías también en pura radiación,
en pura espera decidida, tensa. O que la primera
vez que te quedaste a solas con el aguacero pensaste
“no se cae la noche por ser tan hermosa”,
pero sin embargo temblaste, capturada
por esa forma insólita de la pasión que es el miedo.

Mirabas las ramas torcerse bajo el peso invisible
del viento, la violencia del agua arrancando las hojas,
el jardín expuesto en su desnudez. Un paisaje
hecho para el sol no resiste la visita de la noche.
¿Cómo diferenciar desastre de belleza?
Si es tan similar la devastación que ambos dejan detrás,
el desconsuelo que provocan al irse, si alguna vez han estado
cerca nuestro.

Eras, en la oscuridad de la tormenta, como una exploradora
que ha extraviado la brújula y espera, en la completa
soledad, una señal de los astros, una complicidad azarosa
e improbable que la lleve de regreso a casa.

No es verdad que las exploradoras no temen
ni que la infancia transcurre en una larga y luminosa mañana.
El miedo otorga un nombre como una moneda falsa
para comprar un espacio en el mundo, en el lenguaje.
Una palabra sola y el territorio de pura luz queda vedado,
minada la gratuidad de la única alegría real,
que es la del cuerpo.

De “Geología” (2001)

**

Cría cuervos


Los niños, como los gatos, podemos ver en la oscuridad.
Vigías que saben que no pueden deslumbrarse
con su propio sueño, pasamos las horas
tejiendo una tela finísima alrededor
de nuestro miedo. Después, muchos años después,
solías decirme, llega el olvido y podemos dormir
sin sobresaltos. Yo aún no he olvidado.

Cada noche, nos intercambiamos historias
como joyas. Esta te queda bonita,
esta le sienta bien a tu piel, a tus ojos:
Había una niña que era tan pequeña
que cabía en la palma de una mano.
Si yo fuera esa niña —pienso— elegiría
vivir en tu mano. Podrías cerrarla
y dejarme sin nada, pero toda buena historia
necesita una tragedia, un vuelco inesperado.
No quiero que llegue el f in
de tu relato, que la noche se acabe. No sé qué hay
del otro lado. La vida es una imagen
que va desdibujándose, perdiendo los contornos
día a día. Crecer es el tránsito de la imagen precisa
a la distorsión. Quiero seguir siendo niña
para conservar la vista.

**


París, Texas

Me gustaría contarte lo que veo,
hablarte de los hoteles abandonados
apareciendo de la nada en el medio de la carretera,
como castillos solitarios cuyos puentes levadizos
fueron dinamitados hace tiempo. Me gustaría
contarte lo que veo pero es imposible
hallar un dolor que condescienda
a ser narrado. ¿Vale la pena entonces,
emprender tan largo viaje para ir de un extremo
a otro del silencio? También es imposible
callar por completo: sé que terminaré por llamarte,
como se llama a alguien cuando se está a oscuras,
sin el auxilio de la voz, un estremecimiento
semejante al de esas luciérnagas
que al chocar contra un parabrisas en la ruta
se deshacen esparciendo una nube pequeña
de polvo y luz, y ésa —quizás— es su idea
de un encuentro.

**


Nacido y criado

Hay un amor al extravío en todas las personas extraviadas,
a la larga uno levanta su casa donde resulta que ha caído:
arena, agua, barro, tierra f irme. ¿Pero y si resultara
posible la mudanza, si el movimiento
no fuera una explosión que de improviso
transporta las moléculas de un cuerpo de un lugar
a otro lugar, si el movimiento fuera
desprenderse como se desprende una gota de una rama,
si fuera algo así de lento, así
de irreversible?

De “La vista” (2002)


**


Pantano

Hoy siguen flotando
sobre el pantano que descubrí en la niñez
los mismos animales muertos,
el mismo colchón de hojas podridas, las mismas flores secas
separadas de la copa de los árboles
por las lluvias de verano, violentísimas.
Justo ahora estoy dentro
de la sombra húmeda y enfermiza que cae sobre el agua,
sigo siendo otra de las formas de vida que crece entre las cosas
que se van desintegrando lentamente, estoy en el momento
en que mi corazón empieza a endurecerse, una piedra
hecha con los minerales de la orilla, los restos químicos
de los pequeños organismos que sufrieron y fueron vencidos.
Mi corazón mismo es la enfermedad que los mató,
el deterioro que les fue dejando entero el caparazón
mientras les iba carcomiendo el interior
hasta vaciarlos. Ahora estoy viendo lo que entonces
no veía. Nunca deja de suceder, nunca termina
el momento en que empezó
a formarse la piedra, a embrutecerse
el núcleo mismo de lo sensible. Yo sigo parada ahí,
pero ahora sé algo más: desde el comienzo
siempre hay alguien más raro, más desvalido,
menos capaz que una para andar por el mundo,
y es a él a quien le arrebatamos
el hálito vital, el mismo que antes nos fue quitado,
como si hubiera un círculo que lleva
de la voracidad a la voracidad y no existiera otra salida
que convertirse en el mal que antes sufrimos.
Pero yo no sé qué sabía de la rabia
la primera vez que fui dañada, qué supe en el cuerpo,
en las f ibras que estaban creciendo confundidas,
en los f ilamentos de los nervios
diminutos y sensibles como las antenas de un caracol,
no sé qué pasó con el ritmo de los pulmones,
en la respiración tranquila, cuando el aguijón
entró en la carne y disparó la asf ixia. ¿Supe del antídoto?
¿Entró en mi cuerpo como un relámpago,
junto al metal cortante de ese día, un viento
caliente y joven que recorrió las partes malheridas?
¿Se desató un temporal de agua liviana
y limpia que volvió más ligera la sangre y detuvo el veneno,
su acción corrosiva? ¿Pudo más el deseo de escapar
que la voluntad de venganza y que la ira? Al f in y al cabo
la ira es una forma contrariada de esperanza,
la reacción del animal emboscado cuando advierte
que no va a tener salida, el pantano
donde van a parar las raíces que enfermaron
por falta de agua y quisieran secar el universo
como si eso fuera una forma de justicia.
Me gusta pensar que ahora podría cruzar de un salto
ese caudal de agua contaminada y turbia,
porque no ha pasado el tiempo sobre ella
ni sobre mí: estamos frente a frente
igual que entonces estuvimos,
antes de que cualquier daño fuera hecho,
y es tan hermoso andar al aire libre
como se anda en la niñez, sin noción del dolor o del peligro,
que no hay viento —por brutal que sea—
capaz de espantar esa alegría: una vez que se desata,
deja f lotando en el aire para siempre
sus partículas. Ante su poder,
hasta la rabia misma se inclina y cae
como la rama enferma que el árbol ya no necesita.

De “La cura” (2016)


CLAUDIA MASIN nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Vive desde 1990 en Buenos Aires. Coordina talleres de escritura.
Publicó los libros de poesía: "Bizarría"(Nusud, Bs.As., 1997), "Geología" (Nusud, Bs.As, 2001, reeditado por Curandera, Bs.As., 2011), "La vista"(Visor, Madrid, 2002, reeditado por Hilos, Bs.As., 2012) "Abrigo" (Bajo la luna, Bs. As., 2007), “La plenitud” (Hilos, Bs.As., 2010, Raspabook, Murcia, 2014), “El secreto (antología 1997-2007)" (Ed. De la Paz, Resistencia, 2007), el libro de fotografías y poemas “El verano”(Ed. De la Paz, Resistencia, 2010), “La siesta” (Ed. Naveluz, UNAM, México, 2015) y “La materia sensible: Antología personal” (Viajero Insomne, Bs.As., 2015) Actualmente se encuentra en preparación el libro “La cura” que será editado en Buenos Aires por la editorial Hilos.
Su libro “La vista” ha obtenido por unanimidad el Premio Casa de América de España en 2002. Su libro “Abrigo” ha obtenido una mención del Fondo Nacional de las Artes en 2004.
Textos suyos han sido traducidos al francés, inglés, portugués e italiano.
Participó en varias antologías de poesía y ensayo, en su país y en el exterior.

martes, 1 de diciembre de 2020

Leonor García Hernando - Cuatro poemas

 

Leonor García Hernando



años sin estremecimientos        sin novedad en las sienes la voz lacónica
repitiendo: estoy cansada, estoy cansada
no perdono tu casamiento vestida con adornos morados con capucha
tus piernas los  tobillos cortados             sangre en una alfombra de dibujos
chinos
no perdono ese auto de carrocería gris; al sacudir el pavimento del corazón
arroja sus faros de luz blanca en la pobre avenida sin brisas, sin amantes.

**

el mundo se desmorona en inestables pétalos
de aroma oscuro.
Estos trapos       estos adornos que se aprietan con tan poco calor
esta ilusión de flores dispersas, flotantes en un estanque de aguas sombrías
estos adornos digo para mí, para mi corazón     perro que olfatea las
galochas del muerto
esta ilusión de belleza en el desastre    vía atravesada por un infante de
rojos cabellos terribles (el infante espera su tren, su máquina negra     su
triunfo) esa ilusión digo a mi corazón, a mi memoria      ópalo sensible a la
fugacidad de los cadáveres
ese deterioro    palabras              zona donde los idiotas mueven sus cuadernos

**

He tenido el terror de los bichos humildes en la tormenta.
Me mortificó la duda. Me mortificaron los grandes helechos ponzoñosos,
los ojos de las modistas, las palabras habladas en la boca de mi madre.
La duda comió de mi corazón como un chino inclinado sobre su arroz
cocido.
El deseo vino con un peso de barco que divide las aguas y termina
siendo sólo veneno blanco cae en gotas de un raro espesor.
La boca agrandada por el deseo como por trazos de carmín y los ojos
agrandados por la lectura.
Eso es todo.

**

como a uno que durmió abrazado a sus zapatillas, a los tristes sonidos de su
corazón y el mar era improbable, el viento apartando ramas de sauce la
luna que se observa desde una escollera era improbable
la única verdad era esa realidad devastada
háblame              con voz ronca    aquí nadamos en esta piscina de aguas ácidas·
aquí nos distraemos
has cortado la concha de Rita Hayworth para tirarla entre mis sábanas;
ahora brilla como un enrojecido ojo de conejo aquí hay fiesta, música que
todos cantan, bebidas que caen en las ropas ardientes
por un perdón ¿qué daré?         la ironía nos deja en el balcón helado, siempre
lejos de la fiesta              ¿qué daré?
Estoy suavizada por boleros que no tienen abrazos,
boleros atroces que no tienen símbolos.

De "La enagua cuelga de un clavo en la pared" (Ùltimo Reino, 1994)


Leonor Garcìa Hernando (1955-2001). Naciò en San Miguel de Tucumán. Integró el consejo de redacción de la revista Mascaró. Publicó los libros de poesía "Mudanzas" (1974), "Negras ropas de mujer" (1987), "La enagua cuelga de un clavo en la pared" (1994), "Tangos del orfelinato/Tangos del asesinato" (1999) y "El cansancio de los materiales" en el 2001.

Jotaele Andrade - Cuatro poemas

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