martes, 17 de noviembre de 2020

Ida Vitale - Ocho poemas

 


Ida Vitale


I

IRIDISCENTE en lo más alto de su canto
entre dos luces libre celebra, labra
un elíseo de música en un árbol,
el pájaro burlón, el sinsonte de marzo.
Por la noche sumó nuestros silencios,
los halló opacos, sin centella;
entonces, como un delfín del aire,
hace su prestidigitación de amanecida.
Va hacia arriba con dicha de ráfaga,
sólo afín a su vértigo propio,
pero regresa siempre a lo discreto,
al negro, al blanco, al gris en que se esconde.
Pone su voz corona donde elige
cima para entregarse a calma o viento,
virazón de delicia en el desierto
del total desarraigo y desaliento.
Él delira sensato en su fragmento.
Tan perfecto este diálogo, este lento
juego de acompañarse y no entenderse
a solas cada uno con su sueño.


Mariposa, poema


EN el aire estaba
impreciso, tenue, el poema.
Imprecisa también
llegó la mariposa nocturna
ni hermosa ni agorera,
a perderse entre biombos de papeles.
La deshilada, débil cinta de palabras
se disipó con ella.
¿Volverán ambas?
Quizás, en un momento de la noche,
cuando ya no quiera escribir
algo más agorero acaso
que esa escondida mariposa
que evita la luz, como las Dichas.



Colibrí


LA resolana que vibra,
un breve sol en el seto
un ts ts que al aire libra
su peligroso secreto
y ya la flor disminuye
ante el prodigio de pluma
que surge y deslumbra y huye
y sólo alcanzo por suma
terca de años, en que presa
del hechizo, sigo en vano
la milagrosa destreza
que lo suspenda en mi mano
y entonces por un segundo
sentir cómo late el mundo.



Habitaciones


¿MANTENER frívolos saberes
entre los rápidos de un río,
y sabrosas perezas matutinas
mientras parleros pájaros proclaman
la luz que a todos nos concierne?
¿El paradero aislado
en la intemperie comunal,
la aplomada confianza en el auxilio
si la sobrevivencia afila
útiles garras?
Temblamos con el viento
tenemos miedo de lo oscuro y alto.
Cómo olvidar la torpeza lentamente adquirida.
Parásitos de la nada
de las habitaciones cargadas de todo,
glosamos las cúpulas agrestes,
esa opuesta belleza.
Soñamos con soñarla.
Pero, girando en un aire de orates
orando por no perder nada
de lo perverso, vertemos nuestra vida
en reparos sin riesgo.
Siempre en el hoy, apenas,
tan de penas tejido.


De "Procura de lo imposible" (1998)

Apenas vida

CADA día es un rayo cegador
hundido en tierra,
cada instante una perdida gota.
Noche a noche algo cambia
por una insignia oscura,
una pluma ya inútil para el vuelo.
Como lluvia que cae
por los techos,
la vida va bajando
por caminos quebrados,
perdiendo su olor de ayer, salvaje,
su candor de creerse
desatada y radiante y duradera.
No es raro
que una paciencia amarga
suela cubrirnos
como una triste tierra anticipada.


Culpa y corolario


TEJO y manejo el yerro
en el día tendido,
en la noche,
a lo largo del viento,
a lo corto de la memoria.
Tejo y destejo
porque creo en el fuego,
una trama falaz, enardecible.
Y cambia la verdad,
y me equivoco.
Apenas toco algo
por detenerle
en su paso de ajena maravilla,
hecho cenizas queda
y no me vale.
Tengo sembrado de ascuas
lo que veo
y el corazón que nadie mira
en ascuas.
Pero después del fuego
es la ceniza,
la durable ceniza
la que gana.


De "Cada uno en su noche" (1960)

Canon


YA todo ha sido dicho
y un resplandor de siglos
lo defiende del eco.
¿Cómo cantar el confuso perfume de la noche,
el otoño que crece en mi costado,
la amistad, los oficios,
el día de hoy,
hermoso y muerto para siempre,
o los pájaros calmos de los atardeceres?
¿Cómo decir de amor,
su indomable regreso cotidiano,
si a tantos, tantas veces,
han helado papeles, madrugadas?
¿Cómo encerrarlo en una cifra
nueva, extrema y mía,
bajo un nombre hasta ahora inadvertido,
y único y necesario?
Tanto haría falta la inocencia total,
como en la rosa,
que viene con su olor, sus destellos,
sus dormidos rocíos repetidos,
del centro de jardines vueltos polvo
y de nuevo innumerablemente levantados.



Primavera armada

I
VIENE este viento
lleno de peligro y dulce
como un sueño,
otro afluente de la muerte,
pero sin luz final, súbita, pura,
con codicia,
con furia intacta.
Viene de nuevo el viento
y comienza el asedio.
Un agua me rodeaba,
perdurable y tranquila,
un agua como un muro.
De pronto este violento
plumaje sacudido,
este aniego de olores,
de desprendidos pétalos,
en fin, de primavera,
me ha alcanzado.
Pero sé que apenas me dé vuelta,
quiera tocar su fresca piel,
ya estará lejos,
ya una menos
irreparable primavera,
dejando de su huida
sólo un polvo de sueños
importuno en las manos.

 De "Palabra dada" (1953)

               

Ida Vitale (Montevideo, 2 de noviembre de 1923) es una poeta, traductora, ensayista, profesora y crítica literaria uruguaya miembro del movimiento artístico denominado "Generación del 45". Ha recibido diversos premios, entre ellos Premio Octavio Paz (2009) el Premio Alfonso Reyes (2014) el Premio Reina Sofía (2015), el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2016), el Premio Max Jacob (2017) y el Premio Cervantes (2018). Las 546 páginas de su poesía reunida por Tusquets dan cuenta del extenso y amplio trabajo llevado adelante por la autora.






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