sábado, 14 de noviembre de 2020

Alberto Szpunberg - Nueve poemas

 


Alberto Szpunberg 



XXXVI

La caricia enseña a las manos que todo lo que tocan existe. 

Sólo de nuestras manos comeremos. 

XL


Sin detenerse,
como se reconocen los pájaros en el cielo, 
la asamblea del aire 
multiplica las alas, libera los vientos 
las formas infinitas de tu cuerpo 
que sobrevuelan, por fin, la gravedad del mundo. 


I

Entre el musgo urdido por la fuente, 
la gota de luz, la inmóvil, se desliza 
hacia el recuerdo que de pronto brota, 
lágrima que la piedra labra 
en la más íntima memoria. 

Repasemos con tu mano el verde terciopelo, 
sin dañar, si es posible, sencillez alguna
que transcurra en la tarde silenciosa. 


Entonces 


Nadie sabrá de la noche como nosotros 
y acaso ni siquiera nosotros, 
quizá nadie, 
pero estará demás cerrar los ojos 
y el viento volará más arriba 
de nosotros, de las casas, de los árboles. 

Escucha el viento: 
como si el viento fuera nosotros nosotros nosotros, 
por encima de nosotros, en el aire. 


Bando

A ver ese fuego los que traen 
la leña los residuos 
rápido mis trozos de corazón 
mis huesos para darles duro 
a ver ésos dónde están que convocaron huracanes 
para hurgar a brecha bogar en sus barquitos 
las cenizas empecinadas aporreadas relocas 
a ver los quemados los ahogados 
los inundados los desbordes 
paso a mis grandes resuellos 
que vienen degollando 

vos, pedazo de amor, plantate acá. 

XXIV


No sabemos qué decirnos 
y la sonrisa es el pudor 
de no saber 
lo que nunca terminaremos de saber: 
de pura humildad nos desnudamos, 
beso tus pies, 
lamo tus huellas en el aire, 
mientras tus manos me despojan 
de lo que aún queda de mí mismo, 
como limpian las mareas 
la tierra para siempre abandonada. 

I

¿Sólo era el revuelo de las garzas ese día
en que la ciudad 
se perdía a mis espaldas 
para siempre? 

La sombra de su blancura, 
sin embargo, 
cruzaba el río 
como los presagios atraviesan 
la primera luz de la mañana,

y yo vi el trazo de sus alas 
como un temblor inesperado 
sobre las aguas que nunca se detienen. 


III


"Como la pradera", la chispa y la hornalla se enciende. 
Sólo falta el hombre que pone la pava en el fuego 
y se agacha a prender en ella un cigarrillo como dando las gracias. 
Sólo falta el hombre que transformaba su fuego en la tibieza necesaria. 


IX


El aire huele a lluvia, las ramas 
lo celebran, creen que la noche 
es la danza de sus sombras, 
y no, no se equivocan: 
la persiana se abre sola 
a la extrañeza de otro cielo. 


De "Como sólo la muerte es pasajera" (poesía reunida) 


Alberto Szpunberg nació en Buenos Aires (1940-2020). Fue  poeta, docente universitario y periodista. En su obra poética podemos encontrar: Poemas de la mano mayor (1962), Juego limpio (1963), El che amor (1965, mención en el Premio Casa de las Américas 1966), Apuntes (1986), El libro de Judith (2008), entre otros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Jotaele Andrade - Cuatro poemas

  Jotaele Andrade  III y ahora es hora de saber  qué es el factor equis  dije  cuando crucé a mi padre  y padre  le dije  qué es el equis fa...