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Claudia Masin |
Poligrafía
Escribías con una piedrita en la tierra tu nombre, palabras
al azar: arena, río, spider man. Como si creyeras que una historia
se escribe por la suma, la discreta acumulación de partículas.
O como si dibujar una casa bastara para poder habitarla. Pero
¿quién vive una vida real en una casa dibujada?
Hay un ligero, sutil desasosiego en las largas horas
de la siesta, que hace que todos prefieran dormir. Aún así,
resistías despierta. Es extraño pensar en una vigilia en pleno día,
cuando nada escapa a la visión y cada sonido resuena
amplificado en el silencio.
Los climas violentos crean una sensación de inminencia,
la ilusión de que nada va a quedar igual después del vendaval
o del calor intenso: una f iesta que se celebra
por un acontecimiento imaginario. Y es la imaginación,
y no los hechos, quien te deja asombrada una y otra vez
frente a cosas idénticas.
En esa hora en que son intensas niñez y desdicha,
como agujas en preciosa sincronía, ¿cuál
sería el objeto de tu espera? ¿Un naufragio, un estallido,
acaso el descubrimiento de la tristeza,
esa grieta que modif ica tu mundo para siempre?
No es otra cosa que ese momento
lo que dirían las palabras, si alguna palabra
dijera alguna vez algo cierto.
**
Hans
a Susana Villalba
Vas a tomar de las palabras lo que pueda servirte para decir
de las formas impronunciables que adopta la tristeza.
¿Qué es lo que quisieras decir? Tal vez que por las noches
salías a ver cómo se formaba la tormenta,
y la electricidad del aire te capturaba como un halo
dentro del cual te convertías también en pura radiación,
en pura espera decidida, tensa. O que la primera
vez que te quedaste a solas con el aguacero pensaste
“no se cae la noche por ser tan hermosa”,
pero sin embargo temblaste, capturada
por esa forma insólita de la pasión que es el miedo.
Mirabas las ramas torcerse bajo el peso invisible
del viento, la violencia del agua arrancando las hojas,
el jardín expuesto en su desnudez. Un paisaje
hecho para el sol no resiste la visita de la noche.
¿Cómo diferenciar desastre de belleza?
Si es tan similar la devastación que ambos dejan detrás,
el desconsuelo que provocan al irse, si alguna vez han estado
cerca nuestro.
Eras, en la oscuridad de la tormenta, como una exploradora
que ha extraviado la brújula y espera, en la completa
soledad, una señal de los astros, una complicidad azarosa
e improbable que la lleve de regreso a casa.
No es verdad que las exploradoras no temen
ni que la infancia transcurre en una larga y luminosa mañana.
El miedo otorga un nombre como una moneda falsa
para comprar un espacio en el mundo, en el lenguaje.
Una palabra sola y el territorio de pura luz queda vedado,
minada la gratuidad de la única alegría real,
que es la del cuerpo.
De “Geología” (2001)
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Cría cuervos
Los niños, como los gatos, podemos ver en la oscuridad.
Vigías que saben que no pueden deslumbrarse
con su propio sueño, pasamos las horas
tejiendo una tela finísima alrededor
de nuestro miedo. Después, muchos años después,
solías decirme, llega el olvido y podemos dormir
sin sobresaltos. Yo aún no he olvidado.
Cada noche, nos intercambiamos historias
como joyas. Esta te queda bonita,
esta le sienta bien a tu piel, a tus ojos:
Había una niña que era tan pequeña
que cabía en la palma de una mano.
Si yo fuera esa niña —pienso— elegiría
vivir en tu mano. Podrías cerrarla
y dejarme sin nada, pero toda buena historia
necesita una tragedia, un vuelco inesperado.
No quiero que llegue el f in
de tu relato, que la noche se acabe. No sé qué hay
del otro lado. La vida es una imagen
que va desdibujándose, perdiendo los contornos
día a día. Crecer es el tránsito de la imagen precisa
a la distorsión. Quiero seguir siendo niña
para conservar la vista.
**
París, Texas
Me gustaría contarte lo que veo,
hablarte de los hoteles abandonados
apareciendo de la nada en el medio de la carretera,
como castillos solitarios cuyos puentes levadizos
fueron dinamitados hace tiempo. Me gustaría
contarte lo que veo pero es imposible
hallar un dolor que condescienda
a ser narrado. ¿Vale la pena entonces,
emprender tan largo viaje para ir de un extremo
a otro del silencio? También es imposible
callar por completo: sé que terminaré por llamarte,
como se llama a alguien cuando se está a oscuras,
sin el auxilio de la voz, un estremecimiento
semejante al de esas luciérnagas
que al chocar contra un parabrisas en la ruta
se deshacen esparciendo una nube pequeña
de polvo y luz, y ésa —quizás— es su idea
de un encuentro.
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Nacido y criado
Hay un amor al extravío en todas las personas extraviadas,
a la larga uno levanta su casa donde resulta que ha caído:
arena, agua, barro, tierra f irme. ¿Pero y si resultara
posible la mudanza, si el movimiento
no fuera una explosión que de improviso
transporta las moléculas de un cuerpo de un lugar
a otro lugar, si el movimiento fuera
desprenderse como se desprende una gota de una rama,
si fuera algo así de lento, así
de irreversible?
De “La vista” (2002)
**
Pantano
Hoy siguen flotando
sobre el pantano que descubrí en la niñez
los mismos animales muertos,
el mismo colchón de hojas podridas, las mismas flores secas
separadas de la copa de los árboles
por las lluvias de verano, violentísimas.
Justo ahora estoy dentro
de la sombra húmeda y enfermiza que cae sobre el agua,
sigo siendo otra de las formas de vida que crece entre las cosas
que se van desintegrando lentamente, estoy en el momento
en que mi corazón empieza a endurecerse, una piedra
hecha con los minerales de la orilla, los restos químicos
de los pequeños organismos que sufrieron y fueron vencidos.
Mi corazón mismo es la enfermedad que los mató,
el deterioro que les fue dejando entero el caparazón
mientras les iba carcomiendo el interior
hasta vaciarlos. Ahora estoy viendo lo que entonces
no veía. Nunca deja de suceder, nunca termina
el momento en que empezó
a formarse la piedra, a embrutecerse
el núcleo mismo de lo sensible. Yo sigo parada ahí,
pero ahora sé algo más: desde el comienzo
siempre hay alguien más raro, más desvalido,
menos capaz que una para andar por el mundo,
y es a él a quien le arrebatamos
el hálito vital, el mismo que antes nos fue quitado,
como si hubiera un círculo que lleva
de la voracidad a la voracidad y no existiera otra salida
que convertirse en el mal que antes sufrimos.
Pero yo no sé qué sabía de la rabia
la primera vez que fui dañada, qué supe en el cuerpo,
en las f ibras que estaban creciendo confundidas,
en los f ilamentos de los nervios
diminutos y sensibles como las antenas de un caracol,
no sé qué pasó con el ritmo de los pulmones,
en la respiración tranquila, cuando el aguijón
entró en la carne y disparó la asf ixia. ¿Supe del antídoto?
¿Entró en mi cuerpo como un relámpago,
junto al metal cortante de ese día, un viento
caliente y joven que recorrió las partes malheridas?
¿Se desató un temporal de agua liviana
y limpia que volvió más ligera la sangre y detuvo el veneno,
su acción corrosiva? ¿Pudo más el deseo de escapar
que la voluntad de venganza y que la ira? Al f in y al cabo
la ira es una forma contrariada de esperanza,
la reacción del animal emboscado cuando advierte
que no va a tener salida, el pantano
donde van a parar las raíces que enfermaron
por falta de agua y quisieran secar el universo
como si eso fuera una forma de justicia.
Me gusta pensar que ahora podría cruzar de un salto
ese caudal de agua contaminada y turbia,
porque no ha pasado el tiempo sobre ella
ni sobre mí: estamos frente a frente
igual que entonces estuvimos,
antes de que cualquier daño fuera hecho,
y es tan hermoso andar al aire libre
como se anda en la niñez, sin noción del dolor o del peligro,
que no hay viento —por brutal que sea—
capaz de espantar esa alegría: una vez que se desata,
deja f lotando en el aire para siempre
sus partículas. Ante su poder,
hasta la rabia misma se inclina y cae
como la rama enferma que el árbol ya no necesita.
De “La cura” (2016)
CLAUDIA MASIN nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Vive desde 1990 en Buenos Aires. Coordina talleres de escritura.
Publicó los libros de poesía: "Bizarría"(Nusud, Bs.As., 1997), "Geología" (Nusud, Bs.As, 2001, reeditado por Curandera, Bs.As., 2011), "La vista"(Visor, Madrid, 2002, reeditado por Hilos, Bs.As., 2012) "Abrigo" (Bajo la luna, Bs. As., 2007), “La plenitud” (Hilos, Bs.As., 2010, Raspabook, Murcia, 2014), “El secreto (antología 1997-2007)" (Ed. De la Paz, Resistencia, 2007), el libro de fotografías y poemas “El verano”(Ed. De la Paz, Resistencia, 2010), “La siesta” (Ed. Naveluz, UNAM, México, 2015) y “La materia sensible: Antología personal” (Viajero Insomne, Bs.As., 2015) Actualmente se encuentra en preparación el libro “La cura” que será editado en Buenos Aires por la editorial Hilos.
Su libro “La vista” ha obtenido por unanimidad el Premio Casa de América de España en 2002. Su libro “Abrigo” ha obtenido una mención del Fondo Nacional de las Artes en 2004.
Textos suyos han sido traducidos al francés, inglés, portugués e italiano.
Participó en varias antologías de poesía y ensayo, en su país y en el exterior.