sábado, 1 de agosto de 2020

Eduardo Mileo - Cinco poemas


Eduardo Mileo



Paisaje de consuelos tontos 


 
En el horizonte de sus pensamientos 
el sin trabajo espera una seña. 
Sabe que no araña la razón de su vida 
con esos circunloquios efímeros 
esas ausencias de lógica que son 
traducciones de una ausencia de comida. 
Observa con atención alguna cosa
que no requiera demasiada atención
y vuelve a caminar 
recorre
toda esa pobreza
clasificada. 
Cree el sin trabajo 
que sus lagunas mentales son transitorias
porque algo sabrá conseguir
más allá de los laureles  
que todos supimos y nunca 
fueron eternos. 



 
Paisaje de la calle odontológica 



La calle es un dolor de muelas. 
Fuera de sí 
desubicado en la estridencia del martillo
canta para que adentro 
llueva y le moje 
el dolor. 


¿Toda agua es cantante de sí misma? 
¿Qué liquida voz 
en la ondulante 
marina red halla su muerte? 
¿Qué canto funeral la desintegra 
                                la ahoga 
                                    desanima su paciencia? 
Toda voz desea su silencio. 

Pero la calle desilusiona: 
el mismo siempre dolor de muelas. 
Si al menos un contraste 
le devolviera el color. 
Él canta con toda
la voz que le es posible.
Mas canta para adentro: 
no se le oye la fe. 


¿El agua es un modo de religión? 
Ninguna fe sin herejes es confiable. 
Todo dolor inventa su anestesia.  

 
 
De "Los paisajes" 
("Poemas del sin trabajo" Ediciones en Danza, 2007)







Sueño con plomero 


El agua sorda 
o abierta en estampida 
es una astuta presa: 
parece que esperara
una señal del cielo
mas lanza la primera
de las piedras.
Es un diamante solo
continuo y luminoso; 
cabalga en su manada 
de transparentes crines. 
Un liquido sagaz, 
precoz y asaz, 
una amenaza cierta, 
derramada, lúdica. 

Aplicando las artes
del mester de plomería 
procura minimizar 
los rítmicos desordenes. 
Sus herramientas son Dios, 
el soplete y el plomo, 
alguna que otra llave de abrir 
los purgatorios. 
El agua está al acecho 
como animal temido. 
Él cierra las ventanas 
para evitar el viento. 
Se presiente el combate
entre el bárbaro y Roma. 
Alza el fajo de estopa 
como tosca bandera
y con toda su ciencia 
busca el ojo
de la pérdida. 

Sueño con albañil

No sabe si los ojos 
despertarán el olvido 
oscuros como son 
amenazados. 


Caminará con las manos 
cerca del cielo 
por el andamio mirará 
las mariposas.
No habrá que darle su ración
si no la busca. 
Trabajará sin distracción 
sin acechanzas. 

Desde el andamio orinará 
alcohol de olvido 
para aclarar las alturas. 
A media noche viajará 
de la pared al cordón 
y del cordón a la nada. 

De "Los oficios" 
("Poemas del sin trabajo", Ediciones en Danza, 2007) 


El olor de la parrilla vacía 



 
El trabajo ha cesado.
El músculo duerme.
Si la ambición descansara 
habría un horizonte. 
Pero nada: 
estado de coma. 
Sedimentos 
en el lecho de un río 
que se niega a pasar. 


Un pájaro canta en una rama. 
El árbol ha florecido
y le ofrece abrigo y alegría. 
El gorjeo es claro 
como la mañana. 
Pero pronto cesa. 
El pájaro escapa. 
El árbol, vacío de corcheas, 
es generoso, sin embargo, en flores. 



El sin trabajo mira la escena
bajo el toldo de aluminio 
de una carnicería. 
La vida huele a sangre -piensa- 
y está hecha de olvido.  
 



De "El sin trabajo"
("Poemas del sin trabajo", Ediciones en Danza ,  2007)
 


Eduardo Mileo nació en Buenos Aires en 1953. En su obra poética podemos encontrar: Quítame estas cruces (1982), Tiendas de campaña (1985), Dos épicas (con Alberto Muñoz, 1987), Puerto depuesto (1987), Mujeres (1989), Misa negra (con Alberto Muñoz, 1992), Poema del amor triste (2001), Poemas sin libro (1º premio del Fondo Nacional de las Artes 2001, editado en el año 2002), Muro de lagartos (2004) y Poemas del sin trabajo (2007). 
En el 2000 recibió una beca nacional del Fondo Nacional de las Artes. Fue miembro del consejo editorial de la revista de poesía La Danza del Ratón hasta su último número, aparecido en 2001. 
  

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