martes, 4 de agosto de 2020

Carlos Drummond de Andrade - Cinco poemas


Carlos Drummond de Andrade




Retrato de familia
Traducción: Ezequiel Zaidenwerg
 
Este retrato de familia
está un poco polvoriento.
Ya no se ve en la cara del padre
cuánta plata ganó.

En las manos de los tíos no se notan
los viajes que ambos hicieron.
La abuela quedó lisa, amarilla,
sin recuerdos de la monarquía.

Los chicos, qué cambiados que están.
La expresión de Pedro es tranquila,
usó los mejores sueños.
Y João ya no es más mentiroso.

El jardín se volvió fantástico.
Las flores son placas cenicientas.
Y la arena, bajo los pies extintos,
es un océano de niebla.

En el semicírculo de sillas
se nota cierto movimiento.
Los chicos cambian de lugar,
pero sin hacer ruido: es un retrato.

Veinte años es mucho tiempo.
Modela cualquier imagen.
Si una figura se va marchitando,
otra, sonriendo, se ofrece.

Esos extraños sentados,
¿son mis parientes? No creo.
Son visitas que se divierten
en un salón que rara vez se abre.

Quedaron aires de familia
perdidos en la pose en los cuerpos.
Lo suficiente para sugerir
que un cuerpo está lleno de sorpresas.

La moldura de este retrato
en vano encuadra a sus personajes.
Están ahí voluntariamente,
podrían –de ser necesario– volar.

Podrían evaporarse
en el claroscuro del salón,
ir a vivir al fondo de los muebles
o en el bolsillo de viejos chalecos.

La casa tiene muchos cajones
y papeles, escaleras largas.
¿Quién sabe la malicia de las cosas
cuando la materia se aburre?

El retrato no me responde,
me mira fijo y se contempla
en mis ojos polvorientos.
Y en el cristal se multiplican

los parientes muertos y vivos.
Ya no distingo a los que se fueron
de los que se quedaron. Percibo apenas
la extraña idea de familia

que viaja a través de la carne. 

*
*

Los hombros soportan el mundo
Traducción: Ezequiel Zaidenwerg

Llega un tiempo en que no se dice más: Dios mío.
Tiempo de absoluta depuración.
Tiempo en que no se dice más: amor mío.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas el tosco trabajo.
Y el corazón está seco.

En vano las mujeres golpean a la puerta, no les vas a abrir.
Te quedaste solo, la luz se apagó,
pero a la sombra tus ojos resplandecen enormes.
Sos pura certeza, no sabés sufrir.
Y no esperás nada de tus amigos.

Poco importa que venga la vejez, ¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y el mundo no pesa más que la mano de un chico.
Las guerras, las hambrunas, las discusiones dentro de los edificios
prueban tan sólo que la vida sigue
y todos no se liberaron todavía. 
Algunos, considerando bárbaro el espectáculo
prefirieron (los delicados) morir.
Llegó un tiempo en que no sirve para nada morir.
Llegó un tiempo en que la vida es una orden.
La vida, nada más, sin mistificación.

*
 * 

La flor y la náusea 
Traducción: Maricela Terán

Pertenezco a mi clase y a algunas ropas,
voy de blanco por las calles sucias.
Melancolías, mercaderías me acechan.
¿Debo seguir hasta la náusea?
¿Puedo rebelarme sin armas?
 
Ojos turbios en el reloj de la tarde:
no, no ha llegado el tiempo de completa justicia.
El tiempo aún es de heces, malos poemas,
alucinaciones y espera.
 
El tiempo pobre y el poeta pobre
se funden en un mismo impasse.
En vano intento explicarme. Los muros son sordos.
Bajo la piel de las palabras hay cifras y códigos.
El sol consuela a los enfermos y no los restablece.
Las cosas. ¡Qué tristes son las cosas, consideradas sin
    énfasis!
 
Vomitar este tedio sobre la ciudad.
Cuarenta años y ningún problema
resuelto, ni siquiera ubicado.
Ninguna carta escrita ni recibida.
 
Todos los hombres vuelven a casa.
Son menos libres pero llevan periódicos
y deletrean el mundo, sabiendo que lo pierden.
 
Crímenes de la tierra, ¿cómo perdonarlos?
Tomé parte en muchos y otros oculté.
Algunos vi bellos, fueron publicados.
Crímenes suaves que ayudan a vivir.
Ración diaria de engaño distribuida en casa.
Los feroces panaderos del mal.
Los feroces lecheros del mal.
 
Prender fuego a todo, incluso a mí.
Al joven de 1918 lo llamaban anarquista.
Sin embargo mi odio es lo mejor de mí.
Con él me salvo:
a casi nadie doy una esperanza mínima.
 
¡Una flor ha nacido en la calle!
Pasan de largo, camiones, omnibuses, ríos de acero del
    tránsito.
 
Una flor todavía descolorida
elude a la policía: rompe el asfalto.
¡Guarden completo silencio, paralicen los negocios,
aseguro que ha nacido una flor!
 
Su color no se percibe.
Sus pétalos no se abren.
Su nombre no está en los libros.
Es fea. Pero es realmente una flor.
Me siento en el suelo de la capital del país a las cinco
    de la tarde
y lentamente acaricio esta forma insegura.
Del lado de las montañas, nubes espesas van
    agrandándose.
Una lluvia menuda agita el mar como gallina espantada.
Es fea. Pero es una flor. Ha roto el asfalto, el tedio, la
náusea y el odio. 

*
 * 

Mundo grande
Traducción: Rodolfo Alonso

No, mi corazón no es mayor que el mundo.
Es mucho menor.
En él no caben ni mis dolores.
Por eso me gusta contarme.
Por eso me desnudo,
por eso me grito,
por eso frecuento los periódicos,
me expongo crudamente en las librerías:
necesito de todos.
 
Sí, mi corazón es muy pequeño.
Sólo ahora veo que en él no caben los hombres.
Los hombres están aquí afuera, están en la calle.
La calle es enorme. Mayor, mucho mayor de lo que esperaba.
Pero tampoco en la calle
caben todos los hombres.
La calle es menor que el mundo.
El mundo es grande.
 
Tú sabes qué grande es el mundo.
Conoces los navíos que llevan petróleo
y libros, carne y algodón.
Viste los diferentes colores de los hombres,
los diferentes dolores de los hombres,
sabes qué difícil es sufrir todo eso,
amontonar todo eso
en un solo pecho de hombre...
sin que estalle.
 
Cierra los ojos y olvida.
Escucha el agua en los vidrios,
tan calma. No anuncia nada.
Mientras se escurre en las manos,
¡tan calma! lo va inundando todo...
¿Renacerán las ciudades sumergidas?
Los hombres sumergidos — ¿volverán?
 
Mi corazón no sabe.
Estúpido, ridículo y frágil es mi corazón.
Sólo ahora descubro
qué triste es ignorar ciertas cosas.
(En la soledad del individuo
olvidé el lenguaje
con que los hombres se comunican.)
 
Antaño escuché a los ángeles,
las sonatas, los poemas, las confesiones patéticas.
Nunca escuché voces de gente.
En verdad soy muy pobre.
 
Antaño viajé
por países imaginarios, fáciles de habitar,
islas sin problemas, no obstante agotadoras
y convocando al suicidio.
Mis amigos partieron a las islas.
Las islas pierden al hombre.
Entretanto algunos se salvaron y
trajeron la noticia
de que el mundo, el mundo grande
está creciendo todos los días,
entre el fuego y el amor.
 
Entonces, mi corazón también puede crecer.
Entre el amor y el fuego,
entre la vida y el fuego,
mi corazón crece diez metros y estalla.
— ¡Oh vida futura! nosotros te crearemos. 

 
*
*

Consideración del poema
Traducción: Rodolfo Alonso

No rimaré la palabra sueño
con la inconveniente palabra empeño.
La rimaré con la palabra carne
o con cualquier otra, que todas me convienen.
Las palabras no nacen amarradas,
saltan, se besan, se disuelven,
en el cielo libre apenas un dibujo,
son auténticas, amplias, puras, insuperables.
 
Una piedra en medio del camino
o apenas una huella, no importa.
Estos poetas son míos.
Con todo orgullo, con toda precisión
se incorporaron a mi fatal lado izquierdo.
Robo a Vinicius su más límpida elegía.
Bebo en Murilo.
Que Neruda me dé su corbata llameante.
Me pierdo en Apollinaire. Adiós, Maiakovski.
Todos son mis hermanos, no son periódicos
ni deslizar de lancha entre camelias:
es toda mi vida que aposté.
 
Estos poemas son míos. Es mi tierra
y es aún más que ella. Es cualquier hombre
al mediodía en cualquier plaza. Es la lámpara
en cualquier pensión, si todavía las hay.
—¿Hay muertos? ¿hay mercados? ¿hay dolencias?
Es todo mío. Ser explosivo, sin fronteras,
¿por qué falsa mezquindad me rasgaría?
Que se depositen los besos en la faz blanca,
en las nacientes arrugas.
Consideración del poema
El beso es todavía una señal, aunque perdida,
de la ausencia de comercio,
boyando en tiempos sucios.
 
Poeta de lo finito y de la materia,
cantor sin piedad, sí, sin frágiles lágrimas,
boca tan seca, pero ardor tan casto.
Dar todo por la presencia de los lejanos,
sentir que hay ecos, pocos, pero cristal,
no roca apenas, peces circulando
bajo el navío que lleva este mensaje,
y aves de pico largo confiriendo
su derrota, y dos o tres faroles,
¡últimos! esperanza del mar negro.
Ese viaje es mortal, y comenzarlo.
Saber que hay todo. Y moverse en medio
de millones y millones de formas raras,
secretas, duras. Ése es mi canto.
 
Es tan bajo que ni siquiera lo escucha
el oído a ras del suelo. Pero es tan alto
que las piedras lo absorben. Está en la mesa
abierta en libros, cartas y remedios.
Se infiltró en la pared. El tranvía, la calle,
el uniforme del colegio se transforman,
son olas de cariño que te envuelven.
 
¿Cómo huir al mínimo objeto
o recusarse al grande? Los temas pasan,
yo sé que pasarán, mas tú resistes
y creces como fuego, como casa,
como rocío en los dedos,
en la hierba, que reposan.
 
Ahora ya te sigo a todas partes,
y te deseo y te pierdo, estoy completo,
me destino, me hago tan sublime,
tan natural y lleno de secretos,
tan firme, tan fiel... Como una lámina,
el pueblo, poema mío, te atraviesa.
 
Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) fue un poeta y periodista brasileño. En su obra poética podemos encontrar: Alguma Poesia (1930), Brejo das almas (1934), sentimiento do mundo (1940), José (1942) A Rosa do Povo (1945), Claro Enigma (1951), Fazendeiro do ar (1954), Quadrilha (1954), Viola de Bolso (1955), entre otros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Jotaele Andrade - Cuatro poemas

  Jotaele Andrade  III y ahora es hora de saber  qué es el factor equis  dije  cuando crucé a mi padre  y padre  le dije  qué es el equis fa...