martes, 18 de agosto de 2020

Amelia Biagioni - Cuatro poemas

 

Amelia Biagioni 



Bosque

Mi sombra 
mi pasión 
mi razón 
mi relámpago
me dijeron 
que hay en el universo cuatro hambres. 

Mis hambres 
me gritaron 
que el universo no se calma con gemidos 
sino con actos. 

Mis actos 
me mostraron 
que el universo es el oscuro claro andante bosque 
donde todo movimiento es cacería. 

 Gestalt 

De mi boca brota un bramido de los soles. 
Orión recién despedazado 
sopla el cuerno de caza 
                                       halalí 
que reverbera en astronaves y galaxias. 
En flecha en selva y en turbina 
con ansia blanca y negra 
las estirpes 
                   del polvo al ángel 
devorándose comulgándose 
persiguen la persecución 
                  halcón azor amor neblí radar 
para alcanzarme límpidas a Mí 

que soy el Cazador. 


De "Las cacerías" (1976)

Jardín

Oculto en el follaje que pinto vive el reino. 
Celebrando simétricos  
                         sin máscaras ni sombras
dentro del círculo 
                        sobre su esmalte cautivante
dibujamos con baile señalado 
el dual desnudo manso vuelo del primer 
    pensamiento en acorde o alterna melodía 
los medidos senderos 
     el rito blanco 
       la dorada sumisión 
          el pálido emblema de la vida infinita. 
Somos la leve primordial pareja 
que gira transparente 
                       por el diagrama infuso 
                       por el jardín escrito 
                       que los celestes bandos rondan 
                       y el ojo eterno guarda, 
apacentando la inocencia 
nombrando sin dudar
las tersas piedras flores y animales. 
Ondulando retráctil anillándonos 
la vida breve nos conduce 
                                  con mudanzas improvisadas 
hasta la alcoba de amapolas y amarantos 
bajo el rojo fulgor del cedro séneca. 
Nunca tendrá la rosa púrpura
las mariposas ni los nombres respirados 
ni el vórtice de pétalos 
ni el axioma de fuego 
que nosotros creando 
la más profunda y asombrosa flor. 
Todavía abrazados 
      denso de órfica noche nuestro cuerpo bifronte 
nos damos la mirada azul 
que es salto hacia la identidad. 
Y descubrimos el hondo mandala 
                           su esfera amante sin orilla 
oh Corola del sueño real 
oh reino donde todo reina 
donde somos 
         la quietud columpiándose 
         un pájaro ibis tórtola oropéndola quetzal 
                                                  volando en el origen 
las exhaladas sendas polifónicas 
                                              del unísono trébol 
la espesura gorjeo 
el verticilo río de ayantes aleluyas 
el rayo paulatino abriendo 
      bayas magnolias tigres lenguas
                                                y zodiacales ojos 
los múltiples edenes porvenires 
                 sus esfinges guirnaldas y bestiarios 
la nervadura de la pasión sin fin en arpas. 
Todo contempla al cíclico dragón 
  que es la pantera 
      que es el unicornio 
          que es la gacela 
            que es el cíclico simorg 
todo es arrullo ardiendo 
        que se amamanta y se devora majestuoso 
verde es el fondo de la hoguera. 

Y nuestro reino en la vigilia se deshoja. 


La noche estrellada


Mujer en otra celda otra ciudad
desconocida mía 
lastimadura como yo: 
En esta centelleante compasión 
profundamente despertemos juntos 
en el fondo del acto azul
                                  donde se aman los astros. 
Mira, es nuestra su sinfonía de torbellinos. 
Reunidos en la altura del esplendor 
entre generaciones de profecías y poemas, 
en oleaje inspirado transpasándonos 
hasta ser el latido de la comba de lumbre, 
sobre el drama de sombras ira crimen llanto 
manamos tregua y fiesta. 
Mira el valle: 
Por nuestra cósmica pasión 
de la entraña del miedo
                        con ademán de inmenso prójimo 
    surge brillando anónimo el héroe innumerable 
en sus hogueras cantan invisibles artistas
la inocencia cubre la culpa 
y la agonía enseña a sonreír. 
Nuestra ventura en apogeo crece tanto 
que sobrepasa la vorágine del salmo fulgurante 
y tan orante ejerce su realeza 
que tu silencio expande 
                      la terrible caridad y hermosura
y mis manos producen alma 
y la cara de mi íntimo enemigo 
                        se pierde en mi espejo infinito. 
En esta noche impar 
amándonos desamparados por murallas 

agrandamos el firmamento. 

De "Las estaciones de Van Gogh" (1984)



Amelia Biagioni (1916-2000) fue una poeta y profesora argentina. En su obra poética podemos encontrar: Sonata de la soledad (1954), La llave (1957), El humo (1967), Las cacerías (1976), Las estaciones de Van Gogh (1984), Región de fugas (1995). Por "Sonata de soledad" recibió una faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Además ganó el premio Alfonsina Storni. 

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