El poeta Raúl Gustavo Aguirre
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Siempre se servirá la poesía de esa alianza impenetrable entre la confusión de un hombre y la presencia de un niño.
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La magia de la existencia es enorme. La tarea del lenguaje es revelarla, no sustituirla.
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Indiferente a la intimación de la certeza que lo circunda, el poeta tiende sus redes a esa ausencia que le impide descansar. Las redes vuelven sin nada pero las cuerdas están rotas.
De "Cuaderno de notas" (1957)
En amor sostenida
IXhúmedo y suave en tu imagen caía el trópicocomo una rosa en el idioma de los pájaroseres un cuerpo de azucena que se reclina sobre un cuerpotodavía increadouna mano que extiende su ternuraen el siempre de un aire sin contactotu música ha mordido las espaldas del cielomi soledad de cuarzoDe "Cuerpo del horizonte" (1951)
Poema de mi muerte
Oscurecido voy
a manos de la muerte.Nada le llevo, nadaarrancado a este sol, a estas arenaso cuidadosamenteguardado para mí, para después.Haber estado en el amor.Haber mirado ríos, rostros, cielos.Haber hablado con los otrosy haber hablado a solas.Haber seguido haciendocuando ya no importaba.Oh, no tengo de mi más que unas pocasreferencias efímeras.No sé de dónde vengo, qué papelesregistraron mi nombre, ya olvidadosqué historias sucedierono qué preguntas hice.Y si había en mi vidaalgo que fuera eternotal vez lo di, tal vez se me perdió.
De "La estrella fugaz" (1984)
Observación: el primer poema que aparece en "El tiempo de la rosa", primer libro de Raúl Gustavo Aguirre (1945), está titulado como este poema. Una lectura comparativa arrojará elementos para suponer que se trata del mismo, con no sólo 39 años de diferencia, sino con un medido trabajo de corrección a un poema que, ya en su versión original, poseía una contundencia y precisión característicos del poeta.
Sobrevivo: qué honor, qué paciencia, qué espanto.
De "Delimitaciones" (1976)
¿Es porque a la habilidad del infierno le ha sucedido una mirada de agua dulce, que ha podido ocurrir este palacio de piedras preciosas y de ruinas?Si entras, perderás tu furor. Te matarán dejándote estar allí.Maravillado, maravillado, arroja también esta belleza al fuego que te muerde.
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El telégrafo luminoso
Me hace feliz ver en la noche los destellos de un poema en los limites del universo que acabo de abandonar. Entiendo que todo lo que amé sigue viviendo, y eso me basta.
De "Antología" (1978)
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