Jorge Teillier |
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Nieve nocturna
¿Es que puede existir algo antes de la nieve?Antes de esa pureza implacable,implacable como el mensaje de un mundoque no amamos, pero al cual pertenecemosy que se adivina en ese sonidotodavía hermano del silencio.¿Qué dedos te dejan caer,pulverizado esqueleto de pétalos?Ceniza de un cielo antiguoque hace quedar solo frente al fuegoescuchando los pasos del amigo que se fue,eco de palabras que no recordamos,pero que nos duelen, como si las fuéramos a decir denuevo.¿Y puede existir algo después de la nieve?Algo despuésde la última mirada del ciego a la palidez del sol,algo despuésque el niño enfermo olvida mirar la nueva mañana,o mejor aún, después de haber dormido como unconvalecientecon la cabeza sobre la faldade aquella a quien alguna vez se ama.¿Quién eres, nieve nocturna,fugaz, disuelta primavera que sobrevive en el cerezo?¿O qué importa quién eres?Para mirar la nieve en la noche hay que cerrar los ojos,no recordar nada, no preguntar nada,desaparecer, deslizarse como ella en el visible silencio.
Bajo un viejo techo
Esta noche duermo bajo un viejo techo,
los ratones corren sobre él, como hace mucho tiempo,
y el niño enterrado en mí renace en mi sueño,
aspira de nuevo el olor de los muebles de roble,
y mira lleno de miedo hacia la ventana,
pues sabe que ninguna estrella resucita.
Esa noche oí caer las nueces desde el nogal,
escuché los consejos del anciano reloj,
supe que el viento vuelca una copa del cielo,
que las sombras se extienden,
y la tierra las bebe sin amarlas,
pero el árbol de mi suelo sólo daba hojas verdes
que maduraban en la mañana con el canto del gallo.
Esta noche duermo bajo un viejo techo,
los ratones corren sobre él, como hace mucho tiempo,
pero sé que no hay mañanas, y no hay cantos de gallos;
no quiero escuchar las palabras del reloj enfermo,
abro los ojos, para no ver reseco el árbol de los sueños,
y bajo él, la muerte que me tiende la mano.
Sentados frente al fuego
Sentados frente al fuego que envejece
miro su rostro sin decir palabra.
Miro el jarro de greda donde aún queda vino,
miro nuestras sombras movidas por las llamas.
Esta es la misma estación que descubrimos juntos,
a pesar de su rostro frente al fuego,
y de nuestras sombras movidas por la llamas.
Quizás si yo pudiera encontrar una palabra.
Esta es la misma estación que descubrimos juntos:
aún cae una gotera, brilla el cerezo tras la lluvia.
Pero nuestras sombras movidas por las llamas
viven más que nosotros.
Sí, esta es la estación que descubrimos juntos
—yo llenaba esas manos de cerezas, esas
manos llenaban mi vaso de vino—.
Ella mira el fuego que envejece.
De "Para ángeles y gorriones" (1956)
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III
Una lluviosa primavera resucita como decostumbre hablando con las mismas hojasque rodearon el sueño de la BellaDurmiente y restaña las heridas de lacosta,mientras el sol despreocupado pasea en mangas decamisa y al pie del roqueríolas algas envuelven condulzura el esqueleto delinocente.En el cementerio del cerrola primavera se detiene para que florezcanamapolas en los párpados de los muertos.Los martillazos y los chillidos de lastablas anuncian que el puebloresucitacomo el vaso quebrado en el cual pondremos las mismasluciérnagas que los abuelos persiguieron en una primaverade 1900.El pueblo nace de nuevode manos de los rústicos que fueron amenazados defusilamiento si reclamaban el pan que les pertenecía;nace de nuevo de manos de aquellosa quienes los poderosos condenan apudrirse como los jergones de paja enlas cárceles.Y la primavera que recorre las playasabandonadas hace callar al oleajey escucha los lejanos cánticos de resurrección.
De “El árbol de la memoria” (1961)
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Hoy soy un miembro del Club de los CorazonesSolitarios. En la clínica espero, aburrido, eldesayuno.Mientras mi compañero de mesa mira el muro recién blanqueadoy comenta, riendo, una película de gangsters.Nunca te envié ni siquiera una postal, y no sé por qué meacuerdo de ti. Debes estarle dando desayuno a tus hijos¿Cuántos son? ¿Se parece alguno a mí?Debes haberte casado con un profesor primario o un jefe de Correos.Vas a la huerta y hablas con tu madreSobre tu padre y sus amigos muertosque hoy deben estar en el cielo jugando briscarematada, tras dejar como herencia casas amedio morir saltando.Yo, antes de ir al Liceo, te hablaría bien del peor alumno del cursoy del partido de fútbol que ayer ganó el "Águilas del BarrioNorte". Yo no sabía que iba a viajar bajo tantos cielosagonizantes,y que en ningún país hallaría alguien que compartiera el silencio.Yo no sabía que iba a cumplir cincuenta añossin nadie y por eso te veo mientras espero eldesayuno.Sonreías en el puente cuando te decía que no moriríamos enNapóles y que en el Sena te obligaría a subir a un bateau-mouche.Tú vuelves a hacer hablar a la cocinaa leña y tus días pasan como si nopasaran:Son un tropel de bueyes que tu hermano lleva a la feriay yo sigo escribiendo versos tontos que debería echaral fuego. Hoy soy un miembro del Club de losCorazones Solitarios.
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Para hablar con los muertos
Para hablar con losmuertos hay que elegirpalabrasque ellos reconozcan tanfácilmente como sus manosreconocían el pelaje de sus perros en laoscuridad. Palabras claras y tranquilascomo el agua del torrente domesticada en la copao las sillas ordenadas por lamadre después que se han idolos invitados. Palabras que lanoche acojacomo los pantanos a los fuegos fatuos.Para hablar con losmuertos hay que saberesperar:ellos son miedososcomo los primeros pasos de unniño. Pero si tenemos pacienciaun día nos responderáncon una hoja de álamo atrapada por unespejo roto, con una llama de súbitoreanimada en la chimenea con un regresooscuro de pájarosfrente a la mirada de unamuchacha que aguarda inmóvilen un umbral.
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Cuando todos se vayan
A Eduardo Molina Ventura
Cuando todos se vayan a otrosplanetas yo quedaré en la ciudadabandonada bebiendo un últimovaso de cerveza,y luego volveré al pueblo donde siempreregreso como el borracho a la tabernay el niño acabalgar en elbalancín roto.Y en el pueblo no tendré nada quehacer, sino echarme luciérnagas alos bolsilloso caminar a orillas de rieles oxidadoso sentarme en el roído mostrador de unalmacén para hablar con antiguoscompañeros de escuela.Como una araña querecorre los mismos hilos desu red caminaré sin prisapor las calles invadidas demalezasmirando lospalomares que sevienen abajo, hastallegar a mi casadonde me encerraré aescuchar discos de uncantante de 1930 sincuidarme jamás de mirarlos caminos infinitostrazados por los cohetes en el espacio.
De “Muertes y maravillas” (1971)
Jorge Teillier Sandoval (1935-1996) fue un poeta chileno perteneciente a la generación literaria de 1950. En su obra podemos encontrar: Para ángeles y gorriones (1956), El cielo cae con las hojas (1958), El árbol de la memoria (1961), Los trenes de la noche y otros poemas (1961), Poemas del País de Nunca Jamás (1963), Poemas secretos (1965), Crónica del forastero (1968), Muertes y maravillas, antología (1971), Para un pueblo fantasma (1978), La isla del tesoro (1982), Cartas para reinas de otras primaveras (1985), El molino y la higuera (1993), Hotel Nube (1996), En el mudo corazón del bosque (1997).
Hermosa selección. Gracias...
ResponderEliminarhermoso. siempre es hermoso leer a teillier. gracias
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