martes, 11 de agosto de 2020

Néstor Perlongher - Cuatro poemas

Néstor Perlongher



Como reina que acaba 


Como reina que vaga por los prados donde yacen los restos 
            de un ejército y se unta las costuras de su arminio raído 
            con la sangre o el belfo o con la mezcla de caballos y 
            bardos que parió su aterida monarquía 

así hiende el esperma, ya rancio, ya amarillo, que abrillantó 
            su blondo detonar o esparcirse -como reina que abdica- 
            y prendió sus pezones como faros de un vendaval confuso, 
            interminable, como sargazos donde se ciñen las marismas 

Y fueran los naufragios de sus barcas jalones del jirón 
            o bebederos de pájaros rapaces, pero en cuyo trinar 
            arde junto al dolor ese presentimiento de extinción 
             del dolor, o una esperanza vana, o mentirosa, o aún más 
             la certidumbre. 

de extinción     de extinción     como un incendio 

como una hoguera cenicienta y fatua a la que atiza apenas el 
            aliento de un amante anterior, languidecente, o siquiera 
            el desvío de una nube, de un nimbo 
            que en el terreno de estos pueriles cielos equivale a un amante, 
            por más que este sea un sol, y no amanezca 

Y no se dé a la luz más que a las sombras donde andan las arañas, 
            las escolopendras con sus plumeros de moscas azules y 
            amarillas 

(Por un pasillo humedecido y hosco donde todo fulgor 
            se desvanece) 

Por esos tragaluces importunas la yertez de los muertos, su 
            molicie, yerras por las pirámides hurgando entre las 
            grietas, como alguien que pudiera organizar los sismos 

Pero es colocar contra el simún tu abanico de plumas, 
            como lamer el aire caliente del desierto, sus hélices
            resecas 


De "Austria-Hungría" (1980)  

 

 II 

TITILAR DE EBONITA, las lilas de la cruz
liman del clavo la turgencia áspera 
o paspan el derrame del rosario 
por la puntilla del mantel. 

Acaireladas convulsiones, si la medusa hincha al pez, tremola 
en el remolineo la flotación de un cántico, de un cántaro. 

Cantarolan por darle al óleo cenagoso
la consistencia de un velo de noche, por hurtarle 
al dios de la floresta la niñez de un escándalo 
u otorgarle a la red de iridiscencias pasajeras (tiemblan) 
la levedad de un giro en el espacio. 

Patrulla el desternillar del álamo veloz la ceremonia 
al tiempo que lo desboca con incrustes de strass o lentejuela 
móvil 
que rayan la película devenida traslúcida. 

La huida de los cormoranes 
y en su lugar las mansas gaviotas del deseo, 
el vértigo de los meollos 
asombrillando el pajarear. 

¿Adónde se sale cuando no se está? 
¿Adónde se está cuando se sale? 

Al lado, o de repente, la musiquilla se aproxima 
y avisa que las huellas se hacen barro en la disolución del filafil, 
entonces de un tirón se restablece la rigidez de la rodilla (trémula) 
y el pico de la flor abre en el témpano la cicatriz de un pámpano 

                                                         rajando 

los valles de la misa, los alvéolos 
de eso que por ser misa hubo de echarle azogue al ánade, 
una mano de espejo a la destreza. 


III


ENRARECIDA ATMOSFERA, el incienso 
nebulosa de flores repartiendo 
curva al pie de la perla el espejuelo 
y la "luz de cristal", para que emerja 
-princesa de las aguas- la primicia 
del roce del 
sereno 
en el alvéolo de la vibración 
se tensa, se 
suspende: 
                        ah si cuajase 
                        en el espacio pleno de presencias 
                        la opalina de un rimmel 
                        que estampase, crispado sobre sí, 
                        el corcoveo de las gibas, cuya 
                                                                        "fugacidad" 
(vértigo corto) 
            casca, niagara lo nacarado del soutien 
            -desmenuzados hilos en el barro de nylon
            pasa un Nilo 
            la fuerza de una bruta 
            corriente, un movimiento 
            de continuada velocidad: 
            sus hélices elíseas 
            aire al simún, palpando 
            nudosidades dan 

el don.


De "Aguas aéreas" (1990) 


Riff o Ritz


Rifado en el morir, fifado contra 
el muro de la duna, desierto errante hotel: túnica lila, lienzo
tiznado de sudor, en la sofocación 
de los anillos, potros 
viniéndonos encima, crin 
hedionda de la yeta, en yertas
habitaciones o depósitos, sobre- 
viviente de una guerra interna, por 
cuántos minutos, cuántos años, 
carbunclos sucesivos en el chancro, en el 
sarcoma de azabache buitres, so-
llozos de tísica, 
                                    jeta 
contra la cristalera del bargueño. 

Después Dios y toda la novela de las nubes. 
Monjas flotantes, en pelota. 
Asoma la brillantez estolidez
en alas flojas de cetín celeste. 

Y el ácido del caleidoscopio caliginoso 
o la calígine ácida del té, en 
compotas suman a la planicie voladora 
un nihil de figuraciones 
borrosas y empantanadas. 

Toda la melancolía de la tarde 
no alcanza para contener 
el trágico cimbroneo de la carne.

  De "El chorreo de las iluminaciones" (1992)

 

Néstor Perlongher (1949-1992) fue un poeta y militante LGBT argentino. En su obra poética podemos encontrar: Austria-Hungría (1980), Alambres (1987, Premio "Boris Vian"), Hule (1989), Parque Lezama (1990), Aguas aéreas (1990), El chorreo de las iluminaciones (1992), Lamé (selección bilingue hecha por Roberto Echavarren (1994) y Poemas completos (1997).

 

 

 

 

 



 

 

 

 

 


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